jueves, 17 de julio de 2014

Un hombre y su chándal

Un hombre y su chándal
El verdugo de los mendrugos

Lo de Kiko Rivera es muy fácil de entender, me refiero al amor y odio que despierta.
En un país en el que están de moda orangutanadas como el «mamading», el «balconing» y el «muerding» también puede estar de moda el cantante y «deejay» Kiko Rivera. Pero es eso, una moda; pasará. Y llegarán otras, que es peor, porque hay gente que sin modas no sabe vivir; es como el perro que se queda sin  amo después de años sirviéndole la comida: y ¿ahora qué?
Tras ver el docu de Riverita uno extrae varias conclusiones: es un artista mediático, ni musical ni técnico. Y ¿eso qué significa? Pues algo así como pedirle a una conejita playboy que nos explique el clima para hoy en televisión mientras se quita algo de ropita. Nos embobamos mirando. Luego nos mojaremos porque del clima ni nos hemos enterao. El símil no quiere decir que Kiko esté arrocito pegao, pero no hay duda de que algo tiene.
Y ¿qué tiene? Bueno, Mª. Patiño decía que es muy básico —totalmente de acuerdo, aunque ella usa el eufemismo cuando quiere decir cavernícola—, pero espontáneo, claro y natural. Y eso gusta. Son virtudes, claro está, pero me gustaría saber por qué ella está con un guapetón alto y de sonrisa atractiva. A veces todos somos un poquito hipócritas.
Si os habéis fijado, Pantojita siempre va rodeado: amigos, novias o asalariados de su negocio. Es un dato importante. Podría ser una persona que no sabe estar sola. Su exrepresentante dice que, si no eres su palmero y alabas todo lo que hace o dice, te repele. Otro dato importante. Podría ser una persona que, por un lado, no soporta la frustración —seguro que se crió siendo el niño más guapo, más listo y que lo tenía todo, menos cariño y realidad—, y, por otro lado, no tolera que le digan que ha de esforzarse en algo o hacer algo —en el documental decía él mismo que el otro día fue al estudio de grabación a trabajar unas horas y se quedó durmiendo en un  sofá una hora y media: ¡todo un profesional!—. Yo sé lo que me pasaría a mí si hago eso, pero lo peor no viene de mis jefes o compañeros, lo peor es lo que yo piense de mí mismo. Yo soy mi crítico particular. Sin embargo, cuando Pantojita visualiza la grabación de su primer «concierto» —Así soy yo, tema único— dice que es que le falló la petaca de sonido. ¡Toma ya! Su voz no tenía nada que ver. Así eres tú.
Así que tras estas dos características, intolerancia a la frustación y al esfuerzo que le piden, la cosa está clara. Si no tolero esto lo que hago es estar con gente que no me agobie ni me provoque ansiedad con estos temas. Se llama disonancia cognitiva: él sabe —porque es básico pero no tonto— que un productor o un técnico profesional con larguísima experiencia al que no le interesa solo el dinero —y los hay— le destruiría  con una crítica íntima durísima; así que contrata a interesados que se dedican a algo relacionado con la música pero cuyos intereses son exclusivamente económicos. Y lo hace para evitar la sensación de malestar que le produce la frustación de las críticas, en lugar de aprender de ellas buscando otro camino o esforzándose en ese: le pregunta uno de los directores de la cadena «¿Tomas clases de canto o vas a tomar?», y contesta que debería, pero de momento no, que ensaya un poquito y aclara la voz, eso sí. ¡Qué profesional!
Así que todos los interesados en él como persona, que le querían y querían enderezarlo y ayudarle a crecer han desaparecido. Desapareció su representante anterior igual que desaparecieron amigos que le decían la verdad y eran críticos con él. Esto último está de moda también: el amigo crítico es odiado y el pelota falso deseado.
Y ¿qué manía en enderezarlo?, dirá uno. Bueno, hasta hace poco es lo que se hacía en la vida: cuidar de que las plantitas crezcan fuertes, derechas, sanas, equilibradas, porque ellas dan buenos frutos. Y luego están las marchitas, dobladas, que hay que poner palo para ayudarlas a crecer, pero que difícilmente darán los mismos frutos, y se pudrirán antes, sin haberse sentido orgullosas de haber aportado algo a la vida, a su gente, a su familia. Todos queremos las mejores plantas y los mejores frutos. Pero cada vez se tienen menos huertos, y se cuidan peor, porque hace falta tiempo, no estar cansado y valorar la Belleza. Y todo eso hoy falta. Y por si alguien no lo entiende aún, que se fije en los gobernantes que tenemos, ¡a ver si les parece que son una ejemplaridad!
Ergo tenemos a una personita siempre rodeada de gente —y fiesta— y del tipo palmero, adulterado, fariseo, falso. Y ¿por qué? Pues podría ser una personita falta de cariño desde hace ya… Madre de ensayos y giras constantes, internado, el peso de que su nombre y apellido no lo nombran a él —falta de identidad— sino a progenitores, etc. «Yo soy yo y mis circunstancias», decía el filósofo. No destaco estas circunstancias para atacar a nadie, ¡ojo! —hay que ganar el pan, diría la tonadillera—, sino para reconstruir al joven en cuestión. Esta Soledad exterior e interior le lleva a desear compañía constantemente, y quizás no como cualquiera de nosotros, o sea, como una necesidad de afiliación maslowiana, sino que podría ser como patología.
Además, aporto un suplemento: siempre de fiesta. «Trabaja» y un poquillo de fiesta. «Trabaja» de fiesta. O sea, todo es una fiesta. Por ejemplo: en el docu nos muestra que va a su primer concierto y horas antes hacen la prueba técnica de sonido. Pues la prueba dura unos 15 minutos. Claro, no es una estrella y sus asalariados, técnicos, productores y asesores no han trabajado con Bruce Springsteen; pero no hay que ser muy avispado para comprender que eso necesita algo más de trabajo y tiempo. Ahora bien, si tú quieres fiesta, y te rodeas de palmeros, lo normal es que ellos festeen contigo, cuanto más mejor. Así que en el docu vemos a uno que al acabar la prueba le dice algo así como «¡Bueno, y ahora a tomar unas copitas, que ya está bien!» Esa noche sale a escenario, «canta» 3 minutos, va al camerino y, tras ver su actuación, montan otra fiesta. Y en la furgo en la que se trasladan, cuando aparecen todos cansados él les grita: «¡Reíros, hombre, un poco de alegría!». Y digo yo: ¿tanto ruido no será para tapar el silencio que le ahorca?, ¿tanta gente no está tapando su soledad?, ¿llena tanto su vida porque tiene mucho vacío?
¿Vacío? De la infancia ya hemos hablado algo. Y ¿ahora? Pues me enterneció como a un padre cuando le preguntan en el docu si sus hermanos, los toreros guapos —lo que él deseó pero nunca será, y lo intentó—, habían ido a verle pinchar o cantar. Responde que no, que están con sus cosas, su trabajo…, excusándolos. Y le vuelven a apuntar: «Sí, pero tú sí has ido a verles al ruedo». En ese momento su cara cambia ligeramente, y calla. Podría ser que se sienta vacío aún de los que él admira. Y eso también hay que llenarlo, equilibrarlo.
En la presentación del docu, su exrepresentante alude a que quiere ser deejay de repente porque admira a los dj’s de moda, para él son un referente: póster, fotos, «following», emulación, etc. O sea, como los niños que todos conocemos que, por lo que sea, no encuentran referentes cerca y los eligen de entre la sociedad —porque lo del referente es necesario y exigido siempre, quede claro—. Así que el niño qué elige: lo que está de moda, mueve, disfruta de juerga, chicas, viajes, notoriedad, compañía… Y no está uno de sol a sol, ahí, matándose… Tampoco hay que estudiar… Solo aprender unas cosillas, tener un buen equipo, comprar unos cedés —con dinerillo es fácil—…, y tener un apellido. Él dice que rehúsa usar su apellido para darse a conocer, pero luego le contratan por eso, ¡o es que él no lo sabe! Si no lo sabe ya os digo yo por qué: siempre ha sido tan guapo, tan listo y tan todo y lo ha tenido todo… Volvemos a lo del principio. Nadie le ha juzgado objetivamente ni le ha obligado a esforzarse, etc.
Y retomo. ¿Por qué tiene tirón? Dicen por ahí que es simpático, noble, alegre con la gente. Ahora, después del desglose, podríamos entender que es así por necesidad, porque si además fuera antipático, borde, despectivo, altivo, etc., pues nos podemos imaginar los mares que surcaría. ¿Gusta su simpatía y nobleza? Es forzada, buscada.  No hay más que ver cómo habla de las mujeres cuando está sueltecito —ya me entendéis—, o cómo enseña fotos y de qué contenido. Ah, y lo de la nobleza y lealtad se ve que se le olvida cuando llama públicamente «pelopo» a su cuñado y lo desprecia, ¡al novio con quien su hermana tuvo un hijo! Pero después de decir esas cosas suelta una carcajada animaloide y ya está. Nos reímos. Cae bien. A la gente nos entretiene, pasamos el rato, nos paga unas copas, nos sube en el Audi, nos invita a casa y es muy generoso; de acuerdo, pero es una necesidad, ¡ojo! Si le dices que no te gusta el coche, que la cama era un poco incómoda, que la nevera está vacía, es decir, si intimas y tomas la confianza de pedirle algo más, equiparable, eso sí, a lo que tú le des, entonces te da la espalda y te echa de su coche, cama y piscina.
Un tierno documental en Telecinco muy revelador.

viernes, 4 de julio de 2014

Ex II


Ex II
El verdugo de los mendrugos

Si por algo se caracteriza la cadena alegre es por su carácter nutritivo. Es maestra en alimentarse de sus propios despojos, de su propia liberación entrópica, de la mierda que caga. Me refiero al uso de personajes de un formato a otro o al uso de refritos de programas en otros: una vez defecado un programa reciclan las heces y ¡ala! La mitad de El programa de AR está construido sobre Gran Hermano, La casa de tu vida, Supervivientes, Sálvame, Mujeres y Hombres, Campamento de verano, Acorralados, La voz… Lo mismo ocurre con Sálvame. De ellos se alimentan comentando jugadas entre plato y plato, invitando a concursantes que por allí pululan y son objeto de crítica; la crítica es algo normal, ¿eh?, hasta que el juicio hacia el concursante se queda en segundo plano y se juzga a la persona —«Que no se hubieran metido allí», diría alguien; pero es que se han metido como concursantes, no como personas; «Si ellos hablan de su vida privada yo también»; pero es que ellos hablan de la que quieren, estando en su derecho, y tú de la que rebuscas, o ¿acaso quieres que hablen de las clasificaciones biológicas de Aristóteles?—. Así rellenan la oquedad diaria de su parrilla. Las razones de apostar por este genial sistema —«genial» desde el punto de vista marketiniano— ya tendrán ocasión.
En este sentido, cuando Telecinco apuesta lo hace muy fuerte; y, no contento con la presencia intencionada de familiares en el plató, ficha para su segundo programa de Ex a pesos pesadísimos como Rosa Benito, Sofía Cristo y Bárbara Rey. ¡Un aplauso! No hay mejor elección: la primera ha sido convocada por su brillante retórica, por sus conocimientos sobre el alma humana y la psicología de parejas… Bueno, dejemos la ironía. Las tres fichan porque hablan, hablan mucho. Y eso conviene. Porque cuanto más hablen más dicen. Y esto, que parece una perogrullada, quiere decir que van a «funambular» por más platós en Sálvame o El programa de AR o… La segunda intervención de Bárbara ya era para contar lo mal que lo pasó Sofía con la separación —«¡Diles cómo lo pasaste tú con la separación!», decía intensa y compungida, «Yo tenía que ver a mi padre con esas…»—.
Yo ya vi esta película hace muchos años: Jurassic Park. Un intento de recuperar dinosaurios para hacer más atractiva la vida a los ciudadanos tan necesitados de emociones fuertes y superficiales como ausentes de vida interior. Aquí los monstruos, perdón, los personajes que encarnarían a los monstruos —como Golum, que no es de verdad, es un tío que va dentro— son estas tres estrellas rutilantes y necrófilas de los platós del nuevo siglo que consumen vida al ritmo en que rompen bolsillos. ¿Sofía Cristo, jurásica? A ver, no por edad, sí por experiencias vitales y televisivas. A mí no me gustaría haber tenido que pasar lo de esta niña, quede claro; y me cae muy bien.
¿Lo mejor? El momento quién ha dicho esto. Se retratan ellos y ellas con frases que han dicho, y vaya frases, y el resto ha de adivinar a quién pertenece cada frase. Es divertido, terapéutico, educativo. «21 años casada y aún no me conoce». ¡Es muy triste escuchar esto todavía en boca de una mujer!
Por lo demás, el troglodita inseguro y cenutriensis toma cada vez más fuerza, se sabe que varios hombres fueron infieles y las pruebas a superar, de momento, son todas físicas, excepto una matemática, ¡suman y restan!, ¡y lo hacen mientras corren! O sea, nada nuevo, ¿verdad? Aún recuerdo con nostalgia cuando en la última de Supervivientes preguntaron la capital de EEUU. No sé si fue más entrañable que no la supieran o que no supieran escribirla. Y lo dice uno que es malísimo en esas cosas. Pero es que hablamos de Guasintón, no de Ulán Bator.

domingo, 29 de junio de 2014

Ex


Ex
El verdugo de los mendrugos

Ex es lo nuevo de las noches de los divertijueves telecinqueños. Otrora esa fecha y horario era propiedad del ojo que todo lo ve, Gran hermano. Y hete aquí otro reality —bueno, pseudoreality; la palabra realidad es muy amplia y completa para cerrarla a estos formatos televisivos dudosos, pero dejemos a un lado estas digresiones—.
La productora vuelve a la carga con un formato que contiene todos los ingredientes para triunfar: amor, dolor, un pasado, sexos, exhibicionismo emocional y un objetivo económico que disfrazan de amor filial, pues ¡qué no se hace por un hijo! —«Yo por mi hija mato»—, ¡y más si hay cámaras!; ¡ah!, y el objetivo de la cadena: el conflicto. Ahora habrá que ver si saben conjugarlos y, sobre todo, explotarlos.
No hay duda de que los reality tienen su función educativa. Eso me gusta. Pero solo para el que quiere aprender —que ya no somos niños—. Y hoy la gente valora disfrutar muy por encima de aprender; aprender es como el hijo fétido al que los demás niños desplazan y arrinconan hasta que logran que desaparezca; molesta, incomoda, amenaza; quizá sea porque si nos damos cuenta de que podemos aprender descubrimos de paso que no somos tan listos, ni guapos como nos creíamos: otro sabe más que yo; y eso lastima nuestra autoestima. Y la autoestima mejor no tocarla.
Y ¿cómo puede hacer Telecinco para que aquellos ingredientes mariden bien? Pues maquillándolos, retocándolos, acicalándolos. Ahí están entre el público «los otros», los que van a hablar de aquello que los concursantes no hablen: familiares y amigos. Estos montan el follón. Es un clásico. Empiezan siendo educados, e incluso algunos se quieren mucho, y acaban haciendo un Deluxe bajo cheque partiendo almas: «Yo he venido aquí a decir la verdad, porque mi hijo/a está sufriendo mucho». Pues, mire usted, hay alguna cosilla más importante que la verdad, por ejemplo, la compasión y el respeto por la intimidad.
Lo más interesante para mí es que cada vez hay más material sociológico, psicológico y filosófico para futuras tesis que expliquen cómo somos o por qué somos así. Aunque olvidaba que sociología, psicología o filosofía están por desaparecer, desterrar, o exiliarse ellas mismas, pero no a otro lugar sino a otro tiempo. El caso es que no han tardado en despuntar los estereotipos: el machito que estereotipa a las mujeres: «Eso sí. Mujeres que valgan la pena he conocido, ¿eh?». Lo peor es que orangutanes como este hay muchos, él es un representante de los que hay —y lo digo yo que soy hombre—. Pues sí. De momento las conversaciones giraban sobre cómo son ellos y cómo son ellas, en lugar de cómo es él o ella. Un poco triste.
En fin, ¿tan vacíos y solos nos sentimos para que tengamos que exhibir nuestras entrañas, exponer nuestra vivencia cual protagonistas únicos e irresistibles, contar cómo cagamos y qué papel usamos, dar pena a través de la televisión o la red? La psicología social es clara: sí. Como humanos hemos aprendido a mentir, exagerar y persuadir con tal de conseguir llamar la atención del «otro» y tener a alguien cerca: principio de afiliación natural. Y ¿la razón de esta necesidad? Egoísmo. Puro egoísmo. Necesitamos al «otro» para satisfacer necesidades. El eufemismo es colaboración, relacionarse: así se vende mejor, claro; es más… social, ¿verdad? Empieza la función…

martes, 22 de abril de 2014

Oriana, la bella


Oriana, la bella
El verdugo de los mendrugos

Para los que seguís Telecinco no hace falta presentación. Para los que no, o no tanto, Oriana es una neumática choni de uva, de uñas «postis» y de crines extensibles, joven, con grandes intereses y ocupaciones en la vida, que estudió Derecho y lo dejó a los tres meses porque «me aburría», como Newton, o ¿era Einstein?, y que ama, ama mucho; ama tanto que estando con su novio, ya va para un año, necesita amar más y por eso es sorprendida amando —léase besando— con otro chico de estos de ahora…, de estos de ahora.
Y, cuidado, que ya dicen que transita mucho la universidad para estudiar cómo cazar con amor —que aún le sobra— a un chico que quiere ser juez y no le gusta la tele. De esos que quieren las suegras, vamos.
Y es que amar está muy bien visto. Los padres del cornudo, un chico de estos de ahora…, de estos ahora, incluso la excusan por tanto amor. Les parecía un «pico» inocente, como ella, inocente e ingenua, decían. Lo decían por la foto en la que fueron sorprendidos los amantes furtivos. Los padres son muy modernos, de estos de ahora que…, de estos de ahora: «La chica lleva viviendo en mi casa un año. Nosotros la creemos». A mí me decía uno que lo que pasa es que a ver cómo admiten que han sido engañados durante un año, ¡personas de su clase!, porque hay que ver lo «estirados» que son, ¡y que están!, ¡y que están!
Alguno podría poder querer intentar ver cierta…, e insisto con lo de cierta, falta de respeto al amar tanto a uno amando a otro. Será que ese alguno no entiende de amor —porque no lo habrá conocido, digo yo, «¡al menos amor de verdad!» o «Pos yo amo así», que diría un egódoxa—. Porque el amor es así, ¡llama a tu puerta…! Y los que no crean a esta chica tan fina, con tantos modales, con esas manos de no haber roto un plato nunca porque nunca los ha recogido, que no tiene ojeras nunca porque no sabe qué es dormir poco o mal o madrugar, que no tiene un centímetro blanco porque el Sol se conjuró contra ella, los que no la crean son antiguos, ¡qué digo antiguos!, son arcaicos, ¡qué digo arcaicos!, son extemporáneos, como el amor platónico o el amor cortés. Amores que no tenían sentido, ¿verdad? ¡Es que eso de reprimirse!
La literatura en nuestra cultura lleva hablando del amor unos dos mil años, antes de que hubiera tele, y siempre ha coincidido en lo mismo: si uno ama tanto, pero tanto tanto, debe llevar cuidadito, porque puede salir algo mal, porque se confunde amor con sexo o apetito o deseo, y desear a alguien no es un anatema, pero hacer cositas con otro u otra cuando ya tienes pareja a expensas de esta sí. Se llama falta de respeto, como mínimo, para dejarlo suave.
Pero, claro, ¡eso del respeto chirría tanto hoy en día! ¡Es tan aburrido y extemporáneo!