jueves, 25 de agosto de 2016

Las Campos


Las Campos
El verdugo de los mendrugos

Cuando algunos pensaban que Telecinco empezaba a repetirse —GH 16, Supervivientes, GH Vip, Sálvames…— o que habían dejado de inventar, salta a la parrilla veraniega Las Campos.
El formato docureality no es nuevo. Allende los mares, Las Kardashian, por ejemplo, Pesadilla en la cocina, Make me a supermodel, Paris Hilton, Total divas, The Price of beauty... En España, Alaska y Mario Vaquerizo, o las adaptaciones americanas… Como se puede ver es todo muy profundo, muy americano, ¿verdad?
El caso es que esta cadena no deja de innovar —imagino y espero que sea gracias a su apuesta por gente joven, creativa, con ganas, y a la altura social necesaria—. Han roto las expectativas televisivas y sociales. Han arrasado en la pantalla y en las redes sociales.
El genio coñón que elucubró esta idea y movió lo necesario para llevarla a cabo puede estar orgulloso de su imaginación y sentido del humor. Un aplauso a él y a la cadena —sin ironías; si yo fuera el gestor de esa gran empresa chupavidas contrataría a los mismos y además les pagaría el doble.
Pero este elogio no es lo que me importa. Profundicemos. Muchos se preguntan por qué Mª. Teresa Campos, que ya llegó hace tiempo al 95% de lo que Maslow llama autorrealización —el resto del mundo se autorrealiza en torno al 30% de media, para hacernos una idea—. Una de las respuestas que se ha dado es que ella es una innovadora, y siempre lo ha sido. No andan muy equivocados. Sin embargo, creo que hay algo más, lo que pasa es que la imagen de esta mujer está tan cuidada que ni siquiera nuestras mentes traspasan la barrera para ver más allá.
La Campos, la verdadera, Mª. Teresa, no lo hace por ella. Lo hace por su hija, Terelu.
Y ¿quién es Terelu? Nadie.
—Lleva trabajando 30 años en televisión.
—Sí, del brazo de su madre.
¿De verdad alguien cree que esta mujer hubiera estado ahí, en la pantalla, haciendo…, no sé qué, si no estuviera su madre cerca? Aparte de vedette con cuerpo pero sin gracia de esas mañanas, tardes y noches de fiesta telecinquera, hija de las mamachicho, o de comentarista de actualidad burda de mesa camilla de Rescátame, ¿qué ha hecho esta mujer en 30 años?
Siempre está ahí su mamá para repescarla de un programa a otro, con la fijación patológica de…
—¿De qué?
—De salvarla.
Cuando la mamá falte, ¿qué va a ser de esta mujer, con lo que gasta de chacha, conductor, IBI, seguros y otros supergastos? Pues, está claro. Irá rebotando de entrevista en entrevista, programa en programa, pero cada vez menos, hasta su desaparición. Pero vivirá de las rentas que le está asfaltando su mamá. Y esto lo saben unos cuantos que además están ahí dentro, pero no se dejan seducir por el poder de la controladora y todopoderosa Mª. Teresa, a quien profesionalmente e incluso éticamente no puedo más que aplaudir.
Mamá es fuerte. Pero Terelu es débil. Y mamá lo sabe. Hay que salvarla.
Lo mejor de todo es que ambas van a conseguir su objetivo. El asesor de la productora es un máquina que sabe que todo docureality centrado en un personaje popular, famoso, acaba en éxito para dicho personaje. El efecto es claro. La pantalla distancia —¿alguien se imagina a Angelina Jolie oliendo a sudor después de trabajar? Pues, eso sucede—; el docu humaniza al mostrar al profesional como persona en su día a día. El espectador descubre que los dioses se vuelven humanos, como nosotros, porque hacen lo que nosotros, es decir, también pueden tener nuestros problemas. Acabamos empatizando, comprendiendo, aceptando… Por ejemplo, Terelu tiene problemas con el peso, como muchos de nosotros.
Prometeo, el ladrón del fuego…
Lo que el espectador no ve —o no quiere ver o ya no le da importancia a eso porque prefiere quedarse con lo humano— es que todos vamos a hacer la compra, pero hay muchos tipos de supermercados, que todos salimos a cenar, pero hay varios bares y restaurantes, que todos tenemos casa, pero no de los mismos kilómetros cuadrados, que todos tenemos coche, pero no todos lo tenemos que conducir… Basta con que un día las veamos en un mercadillo popular para que nos olvidemos de lo demás.
Es lo mismo que las Kardashian y toda esta troupe. Además, somos muy cristianos, y cuando uno muestra y acepta sus errores o incapacidades o imperfecciones, allí vamos todos a consolarlo y perdonarlo.
Lo dicho: un triunfo. Terelu, te has ganado una silla para siempre en esta cadena. Tu futuro está asegurado. Gracias por contar con nosotros.