lunes, 14 de septiembre de 2015

GH 16


GH 16
El verdugo de los mendrugos

Vomitivo. Eso es lo que me pareció el inicio de GH 16.
La primera sensación de angustia me la provocan unos 7 minutos de vacío. Ese vacío no es ni más ni menos que un concursante invisible. Así lo presentan. Y las cámaras se pusieron a ofrecer imágenes seguidas de… nada, de muebles, pasillos…, aire… Luego llega el video de presentación del susodicho —por cierto, sí habla— y resulta que también está… ¡invisible! No le vi la gracia ni la sorpresa. Me aburrí mientras me cenaba unos espaguetis. Doble aburrimiento. ¡Anda que esperar el comienzo de un evento tal como GH y que empiece así…!
En fin. Resulta que vete tú a saber a qué genios se les ocurre que una jovencita sea sorprendida por su novio. Y ¿cuál es la sorpresa? ¡Matrimonio! ¡Y en directo…! Asín de claro como te lo cuento. Comidilla al día siguiente, fijo. ÉL se arrodilla. ELLA no sabe qué hace su chico aquí. ÉL saca anillo con perro. ELLA no se emociona ni nada —los nervios, se entiende—. Y… ¡sí quiero! ¡Tachán! Pues eso: 10 directivos en una mesa redonda pensando cómo hacer para dar que hablar a esa masa informe llamada audiencia que a veces además de no tener forma tampoco tiene criterio para las emociones. Puede que más de uno echara una lágrima: a ELLA se la llevan dos… hadas madrinas, la visten de blanco mientras un coro góspel canta el «Happy day» de A. Franklin y…, bueno, no me enrollo. ¡Vaya empacho buscaudiencias!
El siguiente golpe es una señora que desea la eterna juventud, cual Dorian Gray, que suelta lindezas como esta: «Para mí los hombres son como los pañuelos: de usar y tirar». Muy bonito. Y lo más fuerte: ¡el público aplaudió! Bueno, no quiero ni pensar qué movimiento por la igualdad o por los derechos de la mujer o por la violencia machista hubiera surgido si esa fabulosa, poética y afortunada frase la llega a espetar un chico. Nadie debería decir algo así, y mucho menos aplaudirlo. Pero esta es la educación que nos ofrece T5, ¿verdad? Que sí, que sí… Que una Televisión no es la encargada de educar. ¡Pero lo hace! No busquemos excusas. ¡Lo ace! Mira, a mí se me acaba de escapar una «h» solo con nombrar T5.
Que pase el siguiente… Bueno, bueno, bueno. ¿Creíamos que no podría haber más salseo empachoso? T5 lo encuentra y nos lo ofrece: ¡una mamá y su delicioso bebé! ¡Bieeeeeen! No faltarán egódoxas que apunten: «¡Acaso no tiene derecho!» Y sí, derecho tiene. Me pregunto si tiene otras cosas. Me refiero a éticas. Poco hay tan egoísta como entrar en un GH y querer ser la primera mamá con su retoño  en carricoche y exponerlo a la vida pública. Recuerdo de primera mano una historia en la que una mamá subió un montañón con su niño de 4 meses; al llegar arriba —unos 5 grados de temperatura— el niño empezó a llorar. No os cuento el camino de bajada. Solo os cuento que abajo, llorando desconsolado, el niño estaba moradito, el pobre. Pero a la mamá le apetecía subir con su bebé. En cualquier caso el niño va estar atendido, dicen, en una casa anexa. O sea, ella entra porque querrá cumplir el sueño de su vida, supongo, y es capaz de esto: el colmo del egoísmo. Ah, y ¡ya nos enteraremos de qué opina el padre, sea quien sea o esté donde esté!
Siguiente: una modelo, cómo no, que parece representar a su generación con lindezas radicales como estas en su video de presentación: «No me gusta que me manden y que me digan lo que tengo que hacer»; pues mira, bonita, qué cosas pasan, te vas a hartar a que te manden, o ¿no sabías dónde entrabas? Haz las pruebas, ordena, limpia o cocina, levántate de la cama, ve al confe, nomina… Podrías expresarte mejor: No me gusta que me manden cosas que no quiero hacer. Pero así parecerías más niñata, más bebé…  Por otro lado, tampoco es que seas muy diferente al resto del mundo, y se supone que un video de presentación debe resaltar lo más auténtico de ti misma…, a lo mejor es que no lo hay. «Si me fallan o me hacen daño no perdono con facilidad»; solo espero que algún día le tengas que pedir perdón a alguien para que lo reflexiones. «Eres mi amigo o mi enemigo»; con esos extremos precisamente andamos en guerras toda la vida, actitudes radicales como esta no son más que tijeras culturales. «Me gustaría llegar a ser una modelo conocida como por ejemplo Heidi Klum»; no sé si lo dice porque tiene poca profundidad y solo aspira a ser una copia de…, y tampoco matiza qué es eso de «conocida», pero me preocupa que alguien lleve como carta de presentación «quiero ser conocida», es decir, no te preocupa lo que haces sino que te reconozcan, o sea, no haces lo que haces porque te apasione y desees vivirlo y sentirlo sino por… ego, lo cual esconde una superficialidad e inseguridad desbordantes, común en esa profesión.
¿El chino? Bueno, un concursante de estos que entretiene, que hace reír, lo cual, por otra parte, es lo que busca fundamentalmente la audiencia: entretenimiento —aunque hay muchos tipos de entretenimiento—. El problema es cuando habla de sí mismo con estas perlas: «Me gusta ser único»; pues a todos nos gusta destacar, esa es la verdad, y que nos reconozcan, pero la cosa es que para que eso pueda ser sano debe haber algo mollar en lo que haces (científicos, historiadores, revolucionarios, escritores, constructores, creadores, pensadores, estilistas, cineastas, actores, cocineros y un largo etcétera), pero no creo que sea el caso con este joven: «Las gafas que llevo no tienen cristales, simplemente me pongo así por postureo, porque, mira, soy mazo guay»; yo pensaba que el postureo —aparentar— era una actitud que se despreciaba, sin embargo parece que la hemos volcado hacia la reivindicación como si fuera ser auténtico o algo así. «Muchas veces soy muy niñato, como que quiero algo y lo quiero ya»; bueno, pues tampoco es que sea para preocuparte demasiado, verdad, le pasa a mucho adolescente en esta generación, pero recuerda que ya eres mayor de edad, jovencito. «Me gustaría ser ingeniero. Matemático, físico no suena bien…, es como ¡ingeniero!»; pobres matemáticos y físicos, se murió su aportación a la vida. «Me gusta coquetear porque me sube la autoestima»; el colmo del egoísmo.
Lo dejo aquí. Es la experiencia GH más putrefacta que he vivido.