GH 16
El verdugo de los mendrugos
Vomitivo.
Eso es lo que me pareció el inicio de GH 16.
La
primera sensación de angustia me la provocan unos 7 minutos de vacío. Ese vacío
no es ni más ni menos que un concursante invisible. Así lo presentan. Y las
cámaras se pusieron a ofrecer imágenes seguidas de… nada, de muebles,
pasillos…, aire… Luego llega el video de presentación del susodicho —por
cierto, sí habla— y resulta que también está… ¡invisible! No le vi la gracia ni
la sorpresa. Me aburrí mientras me cenaba unos espaguetis. Doble aburrimiento.
¡Anda que esperar el comienzo de un evento tal como GH y que empiece así…!
En
fin. Resulta que vete tú a saber a qué genios se les ocurre que una jovencita
sea sorprendida por su novio. Y ¿cuál es la sorpresa? ¡Matrimonio! ¡Y en
directo…! Asín de claro como te lo cuento. Comidilla al día siguiente, fijo. ÉL
se arrodilla. ELLA no sabe qué hace su chico aquí. ÉL saca anillo con perro.
ELLA no se emociona ni nada —los nervios, se entiende—. Y… ¡sí quiero! ¡Tachán!
Pues eso: 10 directivos en una mesa redonda pensando cómo hacer para dar que
hablar a esa masa informe llamada audiencia que a veces además de no tener
forma tampoco tiene criterio para las emociones. Puede que más de uno echara
una lágrima: a ELLA se la llevan dos… hadas madrinas, la visten de blanco
mientras un coro góspel canta el «Happy day» de A. Franklin y…, bueno, no me
enrollo. ¡Vaya empacho buscaudiencias!
El
siguiente golpe es una señora que desea la eterna juventud, cual Dorian Gray,
que suelta lindezas como esta: «Para mí los hombres son como los pañuelos: de
usar y tirar». Muy bonito. Y lo más fuerte: ¡el público aplaudió! Bueno, no
quiero ni pensar qué movimiento por la igualdad o por los derechos de la mujer
o por la violencia machista hubiera surgido si esa fabulosa, poética y
afortunada frase la llega a espetar un chico. Nadie debería decir algo así, y
mucho menos aplaudirlo. Pero esta es la educación que nos ofrece T5, ¿verdad?
Que sí, que sí… Que una Televisión no es la encargada de educar. ¡Pero lo hace!
No busquemos excusas. ¡Lo ace! Mira, a mí se me acaba de escapar una «h» solo
con nombrar T5.
Que
pase el siguiente… Bueno, bueno, bueno. ¿Creíamos que no podría haber más
salseo empachoso? T5 lo encuentra y nos lo ofrece: ¡una mamá y su delicioso
bebé! ¡Bieeeeeen! No faltarán egódoxas que apunten: «¡Acaso no tiene derecho!»
Y sí, derecho tiene. Me pregunto si tiene otras cosas. Me refiero a éticas.
Poco hay tan egoísta como entrar en un GH y querer ser la primera mamá con su
retoño en carricoche y exponerlo a la
vida pública. Recuerdo de primera mano una historia en la que una mamá subió un
montañón con su niño de 4 meses; al llegar arriba —unos 5 grados de
temperatura— el niño empezó a llorar. No os cuento el camino de bajada. Solo os
cuento que abajo, llorando desconsolado, el niño estaba moradito, el pobre. Pero
a la mamá le apetecía subir con su bebé. En cualquier caso el niño va estar
atendido, dicen, en una casa anexa. O sea, ella entra porque querrá cumplir el
sueño de su vida, supongo, y es capaz de esto: el colmo del egoísmo. Ah, y ¡ya
nos enteraremos de qué opina el padre, sea quien sea o esté donde esté!
Siguiente:
una modelo, cómo no, que parece representar a su generación con lindezas
radicales como estas en su video de presentación: «No me gusta que me manden y
que me digan lo que tengo que hacer»; pues mira, bonita, qué cosas pasan, te
vas a hartar a que te manden, o ¿no sabías dónde entrabas? Haz las pruebas,
ordena, limpia o cocina, levántate de la cama, ve al confe, nomina… Podrías
expresarte mejor: No me gusta que me manden cosas que no quiero hacer. Pero así
parecerías más niñata, más bebé… Por
otro lado, tampoco es que seas muy diferente al resto del mundo, y se supone
que un video de presentación debe resaltar lo más auténtico de ti misma…, a lo
mejor es que no lo hay. «Si me fallan o me hacen daño no perdono con facilidad»;
solo espero que algún día le tengas que pedir perdón a alguien para que lo
reflexiones. «Eres mi amigo o mi enemigo»; con esos extremos precisamente
andamos en guerras toda la vida, actitudes radicales como esta no son más que
tijeras culturales. «Me gustaría llegar a ser una modelo conocida como por
ejemplo Heidi Klum»; no sé si lo dice porque tiene poca profundidad y solo
aspira a ser una copia de…, y tampoco matiza qué es eso de «conocida», pero me
preocupa que alguien lleve como carta de presentación «quiero ser conocida», es
decir, no te preocupa lo que haces sino que te reconozcan, o sea, no haces lo
que haces porque te apasione y desees vivirlo y sentirlo sino por… ego, lo cual
esconde una superficialidad e inseguridad desbordantes, común en esa profesión.
¿El
chino? Bueno, un concursante de estos que entretiene, que hace reír, lo cual,
por otra parte, es lo que busca fundamentalmente la audiencia: entretenimiento
—aunque hay muchos tipos de entretenimiento—. El problema es cuando habla de sí
mismo con estas perlas: «Me gusta ser único»; pues a todos nos gusta destacar,
esa es la verdad, y que nos reconozcan, pero la cosa es que para que eso pueda
ser sano debe haber algo mollar en lo que haces (científicos, historiadores,
revolucionarios, escritores, constructores, creadores, pensadores, estilistas,
cineastas, actores, cocineros y un largo etcétera), pero no creo que sea el
caso con este joven: «Las gafas que llevo no tienen cristales, simplemente me
pongo así por postureo, porque, mira, soy mazo guay»; yo pensaba que el
postureo —aparentar— era una actitud que se despreciaba, sin embargo parece que
la hemos volcado hacia la reivindicación como si fuera ser auténtico o algo
así. «Muchas veces soy muy niñato, como que quiero algo y lo quiero ya»; bueno,
pues tampoco es que sea para preocuparte demasiado, verdad, le pasa a mucho
adolescente en esta generación, pero recuerda que ya eres mayor de edad, jovencito.
«Me gustaría ser ingeniero. Matemático, físico no suena bien…, es como
¡ingeniero!»; pobres matemáticos y físicos, se murió su aportación a la vida.
«Me gusta coquetear porque me sube la autoestima»; el colmo del egoísmo.
Lo
dejo aquí. Es la experiencia GH más putrefacta que he vivido.