miércoles, 27 de noviembre de 2013

Bondades y maldades


Bondades y maldades
El verdugo de los mendrugos

Un presentador, el de Sálvame, excelente profesional. Intelectual y formado en disciplina que se fundamenta en la lectura, corrección, crítica, elaboración e interpretación de textos, de discursos, domina los registros con maestría. Y además, añado una inteligencia social y contextual lo suficientemente peraltada como para llegar a recibir un merecido Ondas: con inteligencia social quiero destacar su capacidad para adaptarse a los distintos personajes de distintas escalas sociales con espontánea destreza, y recalco lo de espontánea, natural y sencilla; con inteligencia contextual quiero destacar su habilidad para redescubrir tiempo y espacio; leí hace años a un periodista, y estoy con él, elogiar las expediciones de Jorge Javier Vázquez por todo el plató, enseñándonos a los espectadores los entresijos televisivos hasta él vetados, como cámaras, directores, bastidores, técnicos, pasillos, salas de espera, maquilladores, mánager (es de ley puntualizar que ya el Sardá de Crónicas marcianas lo inició, pero no lo «usó», no lo explotó), con gracia y simpatía, transmitiendo el dinamismo necesario para que un programa de cuatro horas sea entretenido y no decaiga no un día sino después de unos cinco años;  y, por supuesto, también hay que elogiar el uso de los tiempos en el dilatado peregrinar de cada programa, tarde a tarde, con tantísimos, variados y antagónicos contenidos como para conservar la frialdad y acortar, saltar o detener dichos temas, pausar o silenciar instantes que invitan al deseo y sofocar fuegos de otros o incendiar escombros y que no suela chirriar en el intento.
Un profesional. Te guste o te no guste.
Sin embargo, hoy enciendo la tele y lo primero que oigo es el ya aburrido y vulgarizado «Voy a dar una exclusiva, voy a desvelar el viaje de novios de alguien», en boca de Kiko Hernández. Y se conoce que ya se había rumiado el tema en las dos horas anteriores que llevaban de programa porque automáticamente me pitan los oídos al oír la carcajada ojiplática y estridente, varonil y rasposa, inarmónica y crujiente, aburrida e incluso letárgica, áspera y destemplada, baja y discordante, entre forzada y falsa, estomacal e insidiosa de Belén Esteban, acompañada de la frase «¡la Trapote!», y continúa otra vez la carcajada.
No se puede ser más indigno, malvado y dañino que desear el mal a los demás. Lo que ella ha sufrido, Belén, digo, es lo que desea a la otra. Y no ha sido hoy, fruto de un mal día o una acumulación de ellos. No. Lo viene haciendo años, desde que yo la llevo oyendo en los platós. Pero sobre todo me sorprende ahora, después de, según ella –como siempre dice, también–, desintoxicarse psicológicamente –por enésima vez– y querer mostrarse y vivir más positiva. Pues es imposible, señorita, porque lo llevas dentro. Tú no puedes ver cómo otros son felices, no puedes aceptar que otros «intenten» crecer y evolucionar como tú no haces. Si a ti te perseguían, que los demás se fastidien; si te rompían exclusivas, los demás que se aguanten; si sufrías, que sufran; si te pillaban diciendo…, que les pillen. Sonreír el mal ajeno es tu vida, no tienes otra forma de ensalzarte, es negativo. Es una maldad.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Pan y cinco


Pan y cinco
El verdugo de los mendrugos

Todos sabemos que esta cadena ha sido y es un referente de innovación. Prácticamente ha sido la primera siempre en todo desde que llegó a nuestros grises y abatibles hogares. Su multicolor hinchó los corazones de tantos españoles aburridos, exhaustos, acomplejados y desolados por Cifras y Letras, Si lo sé no vengo, el Un, dos, tres, y caras repetidas como las de Joaquín Prats o el invencible Jordi Hurtado, alias Benjamin Button.
Desde su incorporación a la parrilla española, trató de «acercarse» al pueblo, o sea, a la audiencia, luciendo palmitos de mises de moda y contenidos pseudoeróticos para que los ojos de adolescentes en plena efervescencia volcánica y adultos inquietos de carne ajena depositaran su baba sobre la mesa camilla –hoy esto se consigue con un suave click–. Potenciaron la idea de que los conductores de programas no debían ser necesariamente profesionales de los medios –como hoy, que no es necesario que un profesor de matemáticas sea matemático–. Fueron los primeros en encadenar 20 minutos de publicidad –que se escribe pronto; los niños de hoy creen que fue el hombre de negro el que lo logró–. Los primeros «Late night shows». Los primeros en explotar programas de corazón (aunque el pionero fue Canal 9 con Tómbola), de hecho son los primeros en explotar todo lo que acaba de triunfar en otras cadenas. Los primeros en traer la caspa friki a la pantalla, haciendo popular al primer pringao que se sacaba un moco con un alfiler mientras silbaba la canción de El bueno, el feo y el malo masticando guindillas. Los primeros en emitir en España telerrealidad. Los primeros en inventar cómo ser rentables retroalimentándose de sus propias criaturas –Gran Hermano, El Debate, y todo su contenido emitido en programas de corazón, rellenando horas y horas de pantalla, repitiendo videos y videos, mañana a mañana, tarde a tarde, noche a noche, paseando como vampiros a los concursantes de uno a otro espacio hasta dejarles sin sangre–. Los primeros en superar los récords de denuncias de varias formas: una, rompiendo el Código de Autorregulación sobre Contenidos Televisivos e Infancia; otra, obligando a empresarios a retirar su publicidad al dar voz, cobijo y calderilla a personajes indeseables e incompatibles con su moral –le dice el cojo al manco–. Los primeros en España como empresa televisiva privada en lanzar al paro al 40% de la plantilla años ha. Los primeros en mentir escrupulosamente en los horarios de su programación. Los primeros en empezar un programa y emitir publicidad a los 16 segundos, volver tras 5 minutos, emitir 28 segundos y volver a publicidad otros 5 minutos. Los primeros en inventar el Sumario cada 15 minutos o cada ida y vuelta a publicidad. Los primeros en televisar el llanto desconsolado de una madre que ha perdido a su hijo y un segundo después anunciar en directo Zumosol y volver al alarido descarnado y desgarrado de la progenitora. Y voy a parar aquí porque me excito y hago una tesis.
Y ahora vuelven a ser los primeros. ¿En qué? En trocear un largometraje, la película Avatar. La emitieron en 2 partes, lunes y martes. En España hay que ser un búho y no trabajar por la mañana para poder ver la tele de noche; si añadimos a eso la melopea de la publicidad…, con este sistema podemos imaginar en qué año hubiéramos acabado de ver la trilogía El señor de los anillos.
¿Y las sensaciones? Bueno, pues algo parecido a lo que pasó con El señor de los anillos y su estreno en cine: un «coitus interruptus», un resbalón en un penalti, una nube interminable en la playa, un Ferrari cinco minutos, una loncha de pata negra con vasito de agua, un desmayo a mitad del capítulo 68 de Rayuela.
¿Será el principio de un nuevo camino? Espero que no, pero pensad que hoy en día casi ningún joven de 15 a 25 años soporta una canción de más de 3 minutos, ni una canción con una intro de 1 minuto 25 segundos. Y casi nadie escucha un disco entero de ningún artista. ¿Alguien se imagina cortar en el minuto 3 Since I’ve been loving you? ¿Qué pensaría Picasso si su Guernica estuviera partido por la mitad y colocada cada mitad en una habitación? Las obras intelectuales y artísticas son un continuo, un todo coherente, un sentido unitario y global. Pero quién va a explicar eso a los estudiantes de hoy cuando lo intelectual y lo artístico está siendo desplazado de los planes de estudios y de la cultura. Ya no sé ni qué significa esta palabra.
Según los datos de la propia Telecinco se logró un 32% de cuota; eso son más de seis millones de espectadores, de los cuales casi la mitad tiene entre 13 y 24 años. También es cierto que la película se estrenó en plena crisis y aunque tuvo una brillante acogida en salas, como película que más recaudó en la historia, puede que también la crisis le afectara; como también que el 3D fue un reclamo que salvó muchas producciones ese año y los siguientes. En España llegó a los 7 millones, casi alcanza a la segunda de Crepúsculo –creo que eso dice mucho, no voy a añadir más comentario ahora–.
Pero ahí no queda todo. Este mismo sábado por la tarde vuelven a emitirla. Así que la innovación de la cadena, al menos esta semana, no va solo con la fragmentación sino también con acercarse a la reposición constante en diferentes horarios, algo que históricamente ha hecho Canal+ como televisión de pago con muy buenos resultados.
¿Acaso ha descubierto la cadena que esta última forma de hacer televisión, como tantas otras del pasado, es la que demanda la audiencia? ¿Nos arrastramos por lo que nos echen en el plato? ¿Nos comemos lo que sea cuando la comida habitual no nos satisface? ¿Tan caro resulta preparar una parrilla de comida decente? ¿Tanto han de ganar sus cocineros para que el margen de beneficios desemboque en carne de segunda y en filetes compartidos? A mí lo que me gusta es un bocata en el que el contenido sobresalga, que una parte del pan jamás toque la otra, un bocata sabroso, en su punto exacto: un condumio. ¿Y a ti?

miércoles, 30 de octubre de 2013

... y los muertos


... y los muertos
El verdugo de los mendrugos
26 de enero de 2011

Ayer compraba ese papelito que me permite cruzar una barrera, subir unas escaleras a tientas y siniestras, desgastar mis ojos, descargar mis posaderas en el asiento y recibir algún que otro bolsazo o cazadorazo para ver al increible, soberbio Matt Damon… con hombros dejados, apocado, insatisfecho, huyendo de una vida paranormal, en busca de una vida normal, cambiando las manos de los otros por el cuchillo, cambiando el estímulo del banquete del más allá por el de la manduca italiana del más acá: de hablar con los muertos por hablar con los vivos. ¿La película? Más allá de la vida.
Hoy veo la tele, sin ese papelito, espatarrado en mi sofá: el imparcial Jordi González sienta en el más acá a una tipa serena, orgullosa, estoica, plácida, límpida y azul, escudriñando con su mirada a personajes públicos de diferente rango, desnudándoles por exigencias del guion el alma  las suyas y las del más allá.
Hago un ejercicio de fe no me cuesta demasiado, pues suelo dejarme llevar primero y juzgo después, y trato de entender a estos necrófilos psicófilos sin acritud, aunque quiero decir violadores de las almas que pululan, según esta, por ahí: la vibración le dice a la mediadora que la presencia que está al lado es su amigo y le quiere mucho. La otra vibración le dice que una nueva presencia le pide perdón a su propia hija y que lamenta hacerle daño, que lamenta no hacer siempre las cosas como ellas hubieran querido, pero la vibración le muestra un peluche grande que estaba en un lugar especial, en un rincón dedicado a una hija muerta, que discutía a menudo con la hermana, que le cogía cosas y las cambiaba de sitio y sigue haciéndolo. En otro lado, a otro personaje que se autoprostituye le dice que la presencia es de una mujer muy enferma que estuvo a su lado, que lleva con ella una botella de oxígeno y que quiere transmitirles todo su amor. Otra: la presencia es la de un hijo de un señor, que al parecer mantenían una relación de gran amistad; por lo visto el padre se llevaba mal con él y no solía hacerle caso.
Esto va por temporadas. La evolución ya está aquí aparcada, en el más acá, claro o quizá sea el más allá, porque la televisión consigue a veces dar esa sensación: la llamaron tele, telebasura, telesangre, telegrito, teleruido..., y ahora otro giro de tuerca más: telemuerte. No les basta con los vivos, ¡ahora persiguen a los muertos! Hoy es esta tipa, quizá mañana será el torito, o Mariñas o Patiño o la Esteban o DEC. Quizá las «alcachofas» ayuden a intensificar la señal.
Pues sí, suponiendo que sea verdad, partiendo de que estén ahí, pero solo sean visibles vibrando para unos pocos afortunados, ahí estamos nosotros, sin quitar la mirada del televisor, absortos, imaginando, fantaseando, sospechando que, espatarrado en mi sofá, quizás tengo a alguien que me habla y no oigo. Tengo un muerto conmigo, o dos, y no sé qué debo hacer, nadie me lo ha explicado, no está en las leyes de la vida. Incluso si fantaseo demasiado puedo imaginar quién podría ser seguro que todos los espatarrados en su sofá están así, como yo; incluso si me involucro, si me dejo llevar emocionalmente, pueden resbalar en mi cara un par de lágrimas, me podría conmocionar esta conexión espiritual y... Espera, no, ¡publicidad ahora no!

El regreso: gracias, princesa


El regreso: gracias, princesa
El verdugo de los mendrugos

«Vivo sin vivir en mí». Faltan 59 minutos.
Ya. Ya está.
Todos se han vestido de gala, más elegantes que de costumbre. No en vano, es una noche especial. Llega la princesa, la princesa del pueblo. Evoé.
Vamos a ver con qué nos sorprende.
¿Cuánto habrá costado esta vuelta? No lo sé, pero lo vale; es la princesa. Se paga y punto.
Dicen que tiene muchos frentes abiertos y ahora va a resolverlos. Pobre, ¿verdad? Hay gente que no la entiende, gente que debe de ser indeseable, sobre todo para Telecinco.
Espero a una Belén combativa…
¿Acaso se duda? Es que no ha dado muestras de su constancia en el combate. Lleva  años soportando al demoníaco Jesulín y su casta de indeseables, ¡años! Y así no se puede vivir. Nadie debería pasar por ese sufrimiento familiar extremo: el choque con la familia de los suegros, o que tu pareja no te defienda. Pobre gente, como ella, que ha sufrido esos momentos, y al día siguiente tiene que ir a trabajar, y cuidar de sus hijos, sin poder tomarse unas vacaciones por todo lo alto o cambiarse de barrio, ¿verdad? Bueno, ella, gracias a Dios, ha podido hacerlo en algún momento, y se merece poder, porque es demasiado su sufrir.
Lo que le pasó con Jesulín… eso te marca…
Eso digo yo. Menuda cruz, Señor. Y ella intentó que no fuera a más. Pero el mundo, el destino, la vida es implacable.
La veo. La veo. Pasillo rojo. Ella de azul o lilas. Ella la inocencia. Ella la lágrima en el ojo. Se santigua para que Dios la ayude a medirse. ¡Cuánto ha llorado esta mujer! ¡Cuánta Mejilla erosionada!
Da ternura verla.
El símbolo. La bandera. El mito. Es un mito. ¡Qué caminar! Todos la alaban. Excepto una periodista, siempre objetiva, siempre distante, siempre tan clara y honesta. ¡Qué aburrimiento!
Jorge pide respeto o desalojará a quien no lo tenga. ¡Muy bien, Jorge! ¿Qué es eso de no respetar? Eso no se debe hacer nunca. Y puesto que no lo hacéis nunca, hoy menos aún.
¡Guapa!
¡Enhorabuena!
¡Guapa!
Empieza como siempre: ¡Qué sencilla! Habla tranquila, tierna, dulce, niña, ¿verdad? Pero luego… es que luego cambia porque la agobian, la acusan, la acorralan, la señalan, la insultan, la maltratan, la siguen, la atacan, la acorralan, la asedian, la hostigan, la atormentan, la cercan…, pero ella no es así. Insisten en que la tierna y dulce es la máscara, la careta, el capuchón, el disimulo. No la ven con los ojos de la verdad, de la inocencia, de la evidencia.
Hay quien dirá que ha agotado todos los terapeutas, que debería ir a Lourdes, pero es que lo ha pasado muy mal. Y esos terapeutas se los ha pagado ella, ¿eh?
Que su discurso de inicio es el de siempre, dirán otros, la misma novela, la misma entrega, el mismo capítulo. Hombre, poneos en su lugar, lo ha superado y empieza de nuevo, otra vez.
Yo estoy orgullosa de mí misma. No me quería absolutamente nada.
Lógico. Una mujer a la que nadie quiere, nadie respeta, sola, sacando una hija adelante, luchando constantemente, llorando una casa, una ciudad, un mundo.
Yo…
No quiere hablar de Fran. Lo que ha contado antes sin que le pregunten ha sido para contextualizar, claro, y nada más.
Yo…
¿Soberbia? No digas eso, Belén. Eso no puede ser verdad. ¿Quién es el maligno ser que te ha metido eso en la cabeza?
No llores, guapa, que tus ojos te afea. Luego dicen que lloras siempre, haciéndote la víctima, y dando pena.
Yo…
Esperabas que la vida cambiara, como todo el mundo, ¿verdad? Eso es normal. Cómo vamos a hacer algo nosotros, cuando estamos mal, cansados, derrotados, dolidos, lastimados, ¿verdad? No se puede hacer nada. Y lo mejor es esperar a que el caprichoso y trágico mundo cambie en el momento adecuado. El mundo y no nosotros.
Yo…
El médico le ha dicho que le ha perjudicado hablar de su vida… Nooooo. ¿Cómo dice eso? Hay cada médico por ahí. Bueno, y mucha gente que también lo ha dicho: periodistas, panaderos, abogados, ciclistas, comerciales, taxistas, trasportadores de ángulos abatibles… ¿Y ellos qué sabrán?
Yo…
Le hacía sentir insegura que le dijeran que nadie la seguía como antes. Lo cual es normal: ¡a quién no le gusta ser el centro de atención! Y cuando te acostumbras es muy difícil dejarlo. Es complicado decir que no. Es una droga, de las más duras. Se comprende. Iban a hacerle daño, como siempre.
Yo nunca he venido con prepotencia de nada. Otros sí. Yo no.
Los demás, son los demás. ¡Ya está bien! Déjalo claro. Muy bien.
Yo…
Reencuentro. ¡Qué bonito! Sonrisas, besos, después de ciertas cuchilladas asesinas y criminales. Pero no pasa nada. Perdonemos. Todos podemos equivocarnos 10 o 15 veces, o tropezar 10 o 15 veces en la misma piedra…
Yo…
Y la ternura de la música cada vez que se reencuentran. ¡Qué maravilla! ¡Qué bien preparado todo! ¡Qué gran trabajo de equipo!
Yo…
Exacto, Belén, todos los días no se puede hablar de su vida, no se puede. Ya lo hiciste. Y se acabó, como tú has dicho. Nunca más. Muy bien. 1 vez al mes y ya está.
Yo…
No te enfades, que ibas bien. Este Kiko hace unas preguntas muy bordes. No respondas Belenita.
Yo…
No te amargues. Respira. Estás cambiando, agriándote… Pero es que el Matamoros, ese tan racional, y la Patiño, la objetiva y con una ética férrea, no paran de hacer preguntas negativas. Solo son así contigo, muy selectivos ellos. Hoy solo deberían ser preguntas positivas y constructivas, y estos no se han enterao. Son malos, dañinos, angulosos y abatibles.
Yo no he venido aquí nunca a atacar… Y si alguien va a poner demandas a lo mejor las pongo yo.
¿Por qué tanto desprecio de Jesús hacia la niña? ¿De dónde sale? ¿Tú qué has hecho? ¿Verdad? No se puede descargar la ira hacia unas persona en otras. Eso no lo hace nadie, ¿verdad? Ni tú tampoco. Es como si te acusaran a ti por odiar a la Campa, o a los hermanos, o a la Trapote, o al padre, o a toda Ambiciones
Es que yo…
¿Irte de tu casa para que Jesús vaya a ver a su hija? Desde luego, qué poca vergüenza la de este hombre. No querer que estés allí. No querer ni respirar el mismo aire que tú. No querer saludar a la que fue madre de cuna tan sagrado, con la que yació en tálamo de coral. ¡Qué vergüenza!
Mato, m-a-t-o… Y mato.
Ya está, ya te has calentado. Pero bueno, es que te incitan, es que te pisotean, es que ellos, ellos te ponen agresiva y violenta. No pasa nada. Tú dilo, que la gente aplaude. ¿Ves?
Yo…
¡Cuéntalo! Es que es increíble. Menos mal que sabemos solo tu versión de lo que ocurre en esa casa con tu hija. Menos mal. Porque si supiéramos la versión de ellos… sería para tener miedo. Seguro que la odian. Y pensarán que la niña no oye  nada por ahí, ni la gente le dirá «Nena, guapa, tú con tu mamá». Lo cual es normal. Qué va decir la gente, que te oye a ti contar tantas cosas. Pues ya está. Cuéntalo todo. Y si se atreven que denuncien a una princesa, que estos no saben aún con quién se la juegan, que aquí estás en tu casa, tu casa es España y Telecinco también.
Mira, yo… no voy a atacar a Carmen, pero sí digo que la abuela tendría que dar más la cara por la nieta.
Triunfo. Triunfo. Evoé.

martes, 29 de octubre de 2013

Luces, cámara, acción


Luces, cámara, acción
El verdugo de los mendrugos
Gracias J. J. Millás
Botón. Cinco. Acción. Buenas tardes. Cabecera. Gafas con superpoderes. Sumario. Aplausos. Denuncias. Mordiscos. Sangre. Lágrimas. Patrimonios. Juzgados. Teléfono de aludidos. Acusaciones. Familias. Espectáculo. Defensas. Maridos. Cuernos. Chicles. Trabajo. Infidelidad. Grito. Fuentes. Basura. Exclusiva. Acoso y asedio. Representantes. Testimonios y testículos. Esquizofrenia. Bodas y tocados. Biomanán. Publicidad. 3 segundos.
A continuación. Maltrato. Maquillaje. Marchantes. Hernández. Tú. La niña. La niña. Mi hija ingresada. Incesto. Photoshop. Premios. Sorteos. Satisfacción. Agallas. Cabronadas. Secuestro. Insulto. Plató. Tartas. Reyerta. Imágenes. Insulto. ¡Retíralo! Dientes. Piel descolgada. Culpa. Pelea. Incendio. Alarma. Premio. 50 mil euros. Aplauso. Lloros. Moratones. Compañeros. Estudios. Declaraciones. Daño. Preguntas. Dice la verdad. Aplausos. Vestido leopardo. Bocado y sorbo. Tonos. Politonos. Sonitonos. Macrotonos. Idiotonos. Diversión. Insulto. Mantecados. Publicidad. Enseguida.
Y rumia… Boca llena. Mierda. Arrugas. Grito. Cirugías. Vasos. Desorden. Privado. ¡Premio! Aplausos. Lágrimas. Llamadas. Mensajes.  Miedo. Poder. Colaboradores. Abdominales. Actrices porno. Pasillo. Obegrás dieta adelgazante. Audiencia. Grito. Batalla. Truenos. Premios. Gilipotonos. Información. Entereza. Insulto. Jamón. Envía. El abogado. Váter. Rápido. Mantecaos. Vergonzoso. Sueldo. Público. Engaño.  Más sangre. Tortura. Dolor. Estafas. Cámara oculta y visible. Y ruido. Mucho, mucho ruido.