Ex II
El verdugo de los mendrugos
Si
por algo se caracteriza la cadena alegre es por su carácter nutritivo. Es
maestra en alimentarse de sus propios despojos, de su propia liberación
entrópica, de la mierda que caga. Me refiero al uso de personajes de un formato
a otro o al uso de refritos de programas en otros: una vez defecado un programa
reciclan las heces y ¡ala! La mitad de El
programa de AR está construido sobre Gran
Hermano, La casa de tu vida, Supervivientes, Sálvame, Mujeres y Hombres,
Campamento de verano, Acorralados, La voz… Lo mismo ocurre con Sálvame. De ellos se alimentan
comentando jugadas entre plato y plato, invitando a concursantes que por allí
pululan y son objeto de crítica; la crítica es algo normal, ¿eh?, hasta que el
juicio hacia el concursante se queda en segundo plano y se juzga a la persona —«Que
no se hubieran metido allí», diría alguien; pero es que se han metido como concursantes,
no como personas; «Si ellos hablan de su vida privada yo también»; pero es que
ellos hablan de la que quieren, estando en su derecho, y tú de la que rebuscas,
o ¿acaso quieres que hablen de las clasificaciones biológicas de Aristóteles?—.
Así rellenan la oquedad diaria de su parrilla. Las razones de apostar por este
genial sistema —«genial» desde el punto de vista marketiniano— ya tendrán
ocasión.
En
este sentido, cuando Telecinco
apuesta lo hace muy fuerte; y, no contento con la presencia intencionada de
familiares en el plató, ficha para su segundo programa de Ex a pesos pesadísimos como Rosa Benito, Sofía Cristo y Bárbara
Rey. ¡Un aplauso! No hay mejor elección: la primera ha sido convocada por su brillante
retórica, por sus conocimientos sobre el alma humana y la psicología de
parejas… Bueno, dejemos la ironía. Las tres fichan porque hablan, hablan mucho.
Y eso conviene. Porque cuanto más hablen más dicen. Y esto, que parece una
perogrullada, quiere decir que van a «funambular» por más platós en Sálvame o El programa de AR o… La segunda intervención de Bárbara ya era para
contar lo mal que lo pasó Sofía con la separación —«¡Diles cómo lo pasaste tú
con la separación!», decía intensa y compungida, «Yo tenía que ver a mi padre
con esas…»—.
Yo
ya vi esta película hace muchos años: Jurassic
Park. Un intento de recuperar dinosaurios para hacer más atractiva la vida
a los ciudadanos tan necesitados de emociones fuertes y superficiales como
ausentes de vida interior. Aquí los monstruos, perdón, los personajes que
encarnarían a los monstruos —como Golum, que no es de verdad, es un tío que va
dentro— son estas tres estrellas rutilantes y necrófilas de los platós del
nuevo siglo que consumen vida al ritmo en que rompen bolsillos. ¿Sofía Cristo,
jurásica? A ver, no por edad, sí por experiencias vitales y televisivas. A mí
no me gustaría haber tenido que pasar lo de esta niña, quede claro; y me cae
muy bien.
¿Lo
mejor? El momento quién ha dicho esto. Se retratan ellos y ellas con frases que
han dicho, y vaya frases, y el resto ha de adivinar a quién pertenece cada
frase. Es divertido, terapéutico, educativo. «21 años casada y aún no me
conoce». ¡Es muy triste escuchar esto todavía en boca de una mujer!
Por
lo demás, el troglodita inseguro y cenutriensis toma cada vez más fuerza, se
sabe que varios hombres fueron infieles y las pruebas a superar, de momento,
son todas físicas, excepto una matemática, ¡suman y restan!, ¡y lo hacen
mientras corren! O sea, nada nuevo, ¿verdad? Aún recuerdo con nostalgia cuando
en la última de Supervivientes
preguntaron la capital de EEUU. No sé si fue más entrañable que no la supieran
o que no supieran escribirla. Y lo dice uno que es malísimo en esas cosas. Pero
es que hablamos de Guasintón, no de Ulán Bator.
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